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viernes, 2 de enero de 2009

"Chistecito"

El cura y el taxista.

Había una vez, en un pueblo, dos hombres que se llamaban Juan Carlos Segundo. Uno era sacerdote y el otro era taxista. Quiere el destino que los dos mueran el mismo día. Entonces, llegan al cielo, donde les espera San Pedro.
- ¿Tu nombre? - pregunta San Pedro al primero.
- Juan Carlos Segundo.
- ¿El sacerdote?.
- No, no, el taxista.
San Pedro consulta su personal para ver que le hacian con el TAXISTA y dice:
- Bueno, te has ganado el Paraíso. Te corresponden esta túnica con hilos de oro y esta vara de platino con incrustaciones de rubíes. Puedes pasar.
- Gracias, gracias.... -dice el taxista.

Pasan dos o tres personas más, hasta que le toca el turno al otro Juan Carlos Segundo.
- ¿Tu nombre?
- Juan Carlos Segundo.
- ¿El sacerdote?.
- Sí.
- Muy bien, hijo mío. Te has ganado el Paraíso. Te corresponden esta bata de lino y esta vara de roble con incrustaciones de granito.

El sacerdote dice:
- Perdón. No es por desmerecer, pero... debe haber un error. ¡Yo soy Juan Carlos Segundo, el sacerdote!.
- Sí, hijo mío, te has ganado el Paraíso. Te corresponde la bata de lino...

- ¡No, no puede ser!. Yo conozco al otro Juan Carlos Segundo, era un taxista, vivía en mi pueblo, ¡era un desastre como taxista!. Se subía a las aceras, chocaba todos los días, una vez se estrelló contra una casa, conducía muy mal, tiraba las farolas, se lo llevaba todo por delante... Y yo me pasé setenta y cinco años de mi vida predicando todos los domingos en la parroquia. ¿Cómo puede ser que a él le den la túnica con hilos de oro y la vara de platino y a mí esto?,

¡Debe haber un error!.
• No, hijo mío, no es ningún error -dice San Pedro-. Lo que ocurre es que aquí, en el cielo, nos hemos acostumbrado a hacer evaluaciones como las que hacen ustedes en la vida terrenal.
- ¿Cómo? No entiendo.
- Sí, ... ahora trabajamos por objetivos y resultados... Mira, te voy a explicar tu caso y lo entenderás enseguida: Durante los últimos 25 años, cada vez que tú predicabas, la gente se dormía; pero cada vez que el conducía, la gente rezaba.


Chiste copiado de Psicotaxi.

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